¿Emprender o no emprender?

Mi hermano menor, Raúl, es un emprendedor, negociante y vendedor nato, nació con alma y corazón de empresario. Cuando éramos niños y salíamos de viaje por carretera, a cada uno de los cuatro hermanos nos daban una bolsita con dulces para el camino. Creo que era para que mantuviéramos la boca ocupada las diez horas de recorrido que teníamos por delante, pero ni de broma nos duraban más allá de las primeras dos. Entonces, el menor de todos, el de siete años, comenzaba a aplicar la ley de la oferta y la demanda: había guardado casi todos sus dulces, ¡y comenzaba a ofrecerlos a precio de oro!
Y ese fue el inicio de su carrera como entrepreneur: a una idea de negocio le seguía la otra y entre más descabellados e imposibles de cumplir parecían sus planes, más grande era la felicidad y la sorpresa de todos cada vez que los volvía realidad. El resto de mis hermanos y yo éramos “normales”. A la usanza de los años ochenta, había que pensar en terminar el colegio, estudiar una carrera, conseguir un empleo, ser exitoso como profesional y… bueno, todo lo que ya sabemos. Yo tuve un trabajo, luego otro y luego otro más, pero nunca se me ocurrió seguir el ejemplo que mi hermanito me daba desde que tenía siete años.
Podría decir que me llegó tarde la inspiración, pero para ser sincera, pienso que “tarde” es relativo y que las cosas llegan cuando tienen que llegar. No hay veintes, treintas, cincuentas o sesentas adecuados para comenzar algo, sino que todo se reduce a ese instante en el que un telón se abre de repente, dejando a la vista un panorama que siempre estuvo ahí, pero que nunca notamos.
Creo entonces que hay quienes nacen emprendedores, quienes temprano en el camino se dan cuenta de que quieren serlo y quienes nunca lo pensamos, pero nos vemos de pronto deslumbrados por algo que nos inspira y nos damos cuenta de que el único camino para lograr un sueño es emprender. Para mí, ese sueño es cumplir con dos propósitos: uno, trabajar haciendo las cosas que amo y dos, ayudar a otras mujeres a que cumplan su propio sueño.
Entonces, ¿emprender o no emprender? La respuesta la tienes tú, pero lo que puedo adelantarte es que el “sí” o el “no” está en tu corazón y no en tu cuenta bancaria. Emprender es difícil, es duro, es solitario y requiere mucho, pero mucho esfuerzo, voluntad y disciplina para no morir en el intento. Entonces, si cuando piensas o hablas de tu emprendimiento y de lo que te motiva a hacerlo, tu corazón late más fuerte y sientes que tus ojos van a delatarte porque se ponen húmedos de emoción: ¡no esperes más! Ya tienes todo lo que necesitas para poder triunfar.